El peque�o pueblo de Uyuni, perteneciente al estado de Potos�, fue el primer lugar de Bolivia donde se escuch� el silbido de un tren. All� se tendi� la primera l�nea ferroviaria del pa�s en 1899, que un�a Uyuni con Antofagasta. El potencial de las minas de plata de Huanchaca hicieron que el ferrocarril pronto se convirtiera en columna vertebral del desarrollo industrial y como los juncos en las orillas f�rtiles de los r�os, muchos pueblos nacieron a la orilla f�rtil de las v�as. Pero los trenes part�an repletos de plata y, a cambio, en ellos solo regresaban gentes de otros lugares con la �nica intenci�n de subsistir y ganarse la vida, sin reparar en la honradez para conseguirlo. Y como suele suceder en estos casos, los beneficios de la plata fueron a bolsillos extranjeros hasta que otro lugar les fue m�s rentable que Uyuni y, lentamente, los trenes que fueron vida y orgullo de aquellas gentes fueron quedando varados en las solitarias v�as muertas de este lugar.

Hoy en d�a, los perfiles herrumbrosos de todas aquellas m�quinas permanecen desafiantes al terrible clima, como museo del pasado o como continentes vacios para el recuerdo de todas las historias que se vivieron y contaron en su interior. En d�as de fuerte viento, �ste se cuela por los orificios desvencijados haciendo silbar de nuevo a las m�quinas, que quiz�s, todav�a no se percataron de que jam�s llegar�n a la pr�xima estaci�n.

Esqueletos de locomotoras y vagones esparcidos por el g�lido suelo del altiplano, amasijos de hierros oxidados que se retuercen en su propio abandono, en su propia indiferencia� Una vez hubo una l�nea de ferrocarril en Bolivia, inaugurada en el �ltimo suspiro del Siglo XIX, que comunic� Uyuni con Antofagasta (ahora chileno) y que sirvi� para transportar minerales como esta�o, plata e incluso oro. Durante d�cadas fue un s�mbolo del progreso que parec�a tocar al pueblo boliviano con la yema de los dedos pero con el tiempo y la p�rdida en la guerra de su �nica porci�n de mar, result� que no fue as� y que las m�quinas que se llevaban a arreglar cerca de la Estaci�n de Uyuni, la primera del pa�s, no volvieron jam�s a deslizarse sobre ra�les ni a despedir humo de sus gruesas chimeneas. Hoy el �xido decolora las piezas desgastadas de una esperanza en el conocido como Cementerio de los trenes olvidados.

Los restos de los trenes nos trasladan en un viaje imaginario hacia una �poca de floreciente progreso, hoy transformados en un rustico parque ideal para tomar excelentes fotograf�as y dejar volar la imaginaci�n.